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  • Writer's pictureMarifer Ruiz

Viviendo Una Vida Virtual

Estaba la canción de Rocket Man por Elton John en el supermercado mientras pasaba por las frutas. Al acercarme a los mangos tomé uno y lo acerqué a mi nariz, sólo que al querer inhalar su aroma recordé que un acto tan sencillo se había obstruido por la mascarilla que traía puesta cubriendo mi sentido del olfato. La coloqué en el espacio vacío que había dejado y tomé el carrito a seguir observando otras frutas que podía llevar a la casa. Un poco frustrada de la sencillez de un cambio tan ligero a comparación del tsunami de cambios que se ha enfrentado el mundo me preguntaba ¿Cuándo regresaré a México? Elton me respondió en el fondo repitiendo tranquilamente, And I think it’s gonna be a long long time. Admito decirlo Elton, estoy de acuerdo.


Un mes antes estaba en una junta con mis compañeros de trabajo solo que en esta ocasión la junta se estaba llevando a cabo en el techo del edificio, por seguridad. El virus había llegado a la Ciudad de México sin mucha claridad de la gravedad y el riesgo para todos concluyendo que lo mejor para todos era hacer la compañía virtual. Se tomó la decisión ese día que sería el último día que nos presentamos en la oficina hasta nuevo aviso. Se explicó la logística que llevará cada departamento y como sería el flujo del trabajo remotamente. Se concluyó la junta, cada quien tomo sus pertenencias y nos despedimos de lejos. Encontre a mi departamento vacío pero rápidamente mi mente lo lleno de alternativas sobre qué podía hacer, ¿Me quedo en México o me voy? Sin querer enfrentar una decisión concreta, abrí mi laptop y me puse a trabajar. En la madrugada me llego un correo de confirmación para mi vuelo a Ciudad Juárez, mi ciudad natal y mi ubicación oficial durante la cuarentena.


Llegué a dejar mi maleta al cuarto donde siempre me quedaba cuando venía de visita, que hace unos años era el único cuarto establecido en mi mente como mío. Era una mezcla de cosas mías de prepa, cosas que dejaba cuando venía de un lado para otro y ahora agregándole al espacio, mi maleta de cuarentena. Mi vida tan dividida se dispersaba por todos lados y entre todo, emigró a mi vieja habitación. Esta vez no iba a ser un espacio para una corta visita, iba ser dónde iba a vivir haciendo lo mismo repetidamente por un tiempo indefinido.

Mi área de trabajo y mi vida personal se comenzó a diluir e incorporarse entre sí. Se saturaba mi mente de la misma manera en que se saturaba mi espacio habitual. Esperaba el día en que se fuese a sentir normal, poder darle a cada cosa que hacia el lugar que se merecía. Perdí la noción de no solo el día pero el año en el que vivía por que mi habitación se decoraba con cosas que le pertenecían a mi yo de 18 años, objetos como libros, CDs, cartas, revistas y cajas llenas de recuerdos. La habitación expresaba una personalidad con la que yo ya no me relacionaba por que entre el tiempo que viví aquí a hoy, habían pasado un mundo de experiencias que simplemente no se reflejaban aquí. Recordaba mi escritorio de la oficina en México pensando como allí si me podía identificar pero esa seguridad se empezó a disminuirse ¿que me hacía tan segura que al volver iba a ver mi lugar y se fuese a sentir igual de como cuando lo deje? Iba a encontrar todo en su lugar igual que como lo encontré aquí, solo que el espacio que había dejado vacío allá era de una yo que aún no había pasado por una pandemia, no lo iba a poder llenar de la misma manera.


Son fases de la vida que se incorporaron en un solo lugar y en un solo tiempo. La vida se dividió antes y después de COVID-19. Ahora no recuerdo como se veían las calles llenas. No recuerdo la división que existía entre mi vida personal, mi vida laboral y mi vida social. Los días son más cortos pero todo lo que hago se pasa más rápido por alguna razón. He creado habilidades nuevas como el poder trabajar en mi cama, trabajar en la madrugada y trabajar entre mi familia sin que sean distracciones. He aprendido con facilidad el poderme comunicar sin tener que ver las expresiones faciales de mis compañeros de trabajo, de tomar una junta compartiendo los ruidos de nuestras familias y hogares. Hay cosas que se facilitan y otras que no tanto, pero esto se trata de siempre asegurarse a no echarle la culpa a la pandemia pero volverse resiliente a ella.


Entre toda la incertidumbre encuentro paz, por que al irme a dormir mi mente no se va más allá de lo que haré mañana, el planear por adelantado es inexistente y una perdida tiempo. Me da tranquilidad el descanso que le he dado a mi mente de no pensar en más allá, en que será de mí y en lo que haré. Mi enfoque ahora es lo que soy y lo que hago por que es lo único que tengo por seguro.


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